COMUNICADO DE PRENSA

Quito, 23 de enero de 2019

A TODOS LOS FIELES Y A LA CIUDADANÍA EN GENERAL


LES ASEGURO QUE LO QUE HAYAN HECHO A UNO SOLO DE ÉSTOS,

MIS HERMANOS MENORES, ME LO HICIERON A MÍ.

(Mt 25, 34-40)

Nos dirigimos a todos ustedes recordándoles que es nuestro deber el acoger a cualquier persona que pase necesidad, entre ellas los inmigrantes. Les exhortamos a combatir el racismo y la xenofobia, el pedido a nuestros hermanos emigrantes es que respeten las leyes y las manifestaciones culturales que son expresiones vivas del país que les acoge.

Tengamos en cuenta que la emigración se ha convertido en un fenómeno global que implica a todas las naciones, afecta a millones de personas y plantea desafíos que la Iglesia no puede olvidar.

Es importante resaltar que entre los inmigrantes más vulnerables destacan los indocumentados, los refugiados, los que buscan asilo, los desplazados a causa de los conflictos y las víctimas, “en su mayoría niños y mujeres”, del tráfico humano.

Ante los trágicos episodios de desplazamientos forzados de personas por motivos sociales, étnicos y ambiciones, que causaron grandes sufrimientos a grupos determinados, todos juntos tenemos que vencer al mal con bien; en otras palabras, es nuestro deber acoger a cualquier persona que pase necesidad.

Siempre la solidaridad resultará difícil, de manera especial, si la contemplamos a la sombra de los últimos acontecimientos vividos en nuestro país, es evidente que necesitamos mayor formación y despojarnos de actitudes que generan violencia entre seres humanos, por lo que invitamos a los padres de familia, profesores y a todos aquellas personas de las que dependen otros ciudadanos a combatir en todos los ambientes en los que trabajamos y nos relacionamos el racismo y la xenofobia y a inculcar los valores en favor y respeto a la vida en todas sus etapas y manifestaciones, desde su concepción natural hasta la muerte, propiciando actitudes positivas basadas en la Doctrina Social de la Iglesia y en los derechos fundamentales del ser humano.

Debemos todos, en el Ecuador, pasar de la mera tolerancia con los demás a un respeto real de sus diferencias y así, transformar el egoísmo en generosidad, el temor en apertura y el rechazo en solidaridad. Además, pedimos a los inmigrantes que respeten nuestro país que es el territorio que los ha sabido acoger, así como a nuestra gente, nuestras leyes, nuestra cultura y nuestras tradiciones. Respetémonos como hermanos e hijos de un mismo Padre, sólo así reinará la armonía social.

Tengamos en cuenta que el camino hacia la verdadera aceptación de una diversidad cultural y social es difícil, y en algunos momentos se trata de un verdadero “Vía crucis” tanto para quienes emigran como para el país que los acoge, como lo demuestras los últimos acontecimientos, pero ello no nos debe desanimar como sociedad e Iglesia, debemos hacer frente a estos nuevos desafíos; eso sí, enfrentando con radicalidad al racismo y a la xenofobia, que lo único que propicia es dolor y muerte.

Es responsabilidad de todos generar y propiciar una cultura de paz, justicia, equidad y libre de violencia.

CONSEJO DE PRESIDENCIA

CONFERENCIA EPISCOPAL ECUATORIANA

 

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