Una casa para los Huaorani en el Coca
Huaorani y los inicios del Coca actual, unos datos históricos
Los Huaorani, tal como constatamos en los principales estudios históricos de Cicame sobre ellos Los últimos Huaorani, Los Huaorani en la historia de los pueblos del Oriente; Coca, la región y sus historias, aunque no vivían en las riberas del Napo, dominaban su margen derecha, de Ahuano a Rocafuerte desde primeros del siglo XX. En la actual ciudad de Coca, en una y otra margen del río Napo, se tiene reiterada certeza de sus acciones armadas, sobre todo en su orilla derecha donde se enfrentaron a un fundo cauchero allí establecido (Mejíasllacta), a la fundación jesuita de inicios de ese siglos y a otros posteriores intentos de fundación en el lugar. De hecho, la fundación actual de Coca en la margen izquierda del Napo se debe, tal como se hace constar en un Acta del 29 de febrero de 1956 –la firma un misionero capuchino y 13 colonos de las cercanías-, por no convenir el otro lado del río Napo, que estaba señalado con tal objeto, por las constantes acometidas de los salvajes (Aucas). De esa manera se reconoce, con el lenguaje del tiempo, que esa ribera era tierra huao.
En seguida, cuando el pueblo actual comienza a abrirse en la selva, desde febrero de 1958, los huaorani se defenderán a lanza de los kichwas advenedizos que pretenden abrir chacras o cazar en la ribera derecha del Napo, e incluso incursionarán en la margen izquierda, visitando y aun atacando a los colonizadores de la actual Coca. Hubo muchas muertes de lado y lado Huaorani y kichwas) que están recogidas documentadamente en las publicaciones citadas arriba. Entre los primeros entierros hechos en el inicial cementerio de Coca fue el de Ñihua y dos mujeres de su clan. El año 1964, Onkay, una joven huao herida y capturada viva por kichwas, curada luego en el hospital de la población, fue la primera huao residente por unos pocos días en Coca. De manera que podríamos decir que los Huaorani tuvieron una importancia capital en el nacimiento de la ciudad.
Posteriormente, con la llegada del frente petrolero Cepe/Texaco y la actividad misionera del ILV, la gran mayoría de los huaorani cercanos a Coca fueron trasladados a Tihueno primero y después Toñampari, en las cabeceras del Curaray (él ultimo grupo de la zona, el de Baihua fue recudido y trasladado a mediados de 1969). Los huaorani perdieron todo el dominio en la margen derecha del Napo, luego la mal llamada Vía Auca ingresará hasta 115 kms en el interior de su antiguo territorio.
Para la llegada a Coca de huaorani en son de paz habrá que esperar más de una decena de años, a final de los 70 e inicio de los años 80. En ese tiempo las compañías exploratorias petroleras incluían entre su personal de campo a jóvenes huaorani que conocieron lo que fue viejo territorio de sus padres, ahora en manos de la colonización. Ellos llegaban y a Coca como a una zona abierta, aunque extraña para ellos. Por otro lado varios grupos familiares huaorani, procedentes de las cabeceras del Tiputini y el Cononaco, habían abandonado la misión evangélica del Curaray y regresado a sus tierras, allí donde eso fue posible, pues muchas de ellas habían sido invadidas por la rápida colonización que acompañó a la industria petrolera en la zona. Poco a poco, algunos de estos huaorani regresados a sus territorios de ayer se fueron acercando a conocer la ciudad de Coca.
Huaorani en Coca
Desde entonces hasta hoy, cuando la interacción entre los grupos huaorani y la ciudad ha crecido de forma muy intensa, y tanto la sociedad huao como la capital de la Provincia Orellana han cambiado de forma sustancial, podemos decir que hay motivos muy diversos para la llegada de huaorani a Coca. Ante todo constatamos que existen algunos poblados o grupos familiares que tienen su referencia natural en esta ciudad:
Guiyero, Timboca, Tihue, Tivacuno Dikaro, Yarentaro, Oña-Iro, Mega-Guinta, todos ellos situados en la llamada Vía Maxus (ahora Repsol-YPF) y que acceden a Coca por el río Napo o la carretera Pompeya-Limoncocha.
Bataboro, Tigüino, Ñoñeno, Quehueriono, Mihuaguno, Tobeta, que llegan por la Vía Aucas.
Buwanamo, Bameno, desde el río cononaco y también por la Vía Aucas.
Garza Cocha, situada en el Bajo Yasuní, y que vienen después de surcar el Napo desde Rocafuerte.
No son infrecuentes, además, la llegada de huaorani procedentes de los poblados del alto Curaray, aunque la referencia ciudadana común de ellos son más las ciudades de Puyo y Tena.
Los motivos más habituales de llegada suelen ser:
Compra y venta de productos
Forma de relacionarse entre ellos (acá se encuentran con huaorani venidos de varias partes) y con quienes llaman cohuori (los ajenos, quienes no son huaorani).
Curiosidad por la ciudad, acceso a costumbres, bienes, diversiones, etc. de los cohuori.
Relación, a veces institucional, con los funcionarios encargados de servicios de educación, sanitarios, políticos, etc.
Citas de reuniones hechas por parte de empresas petroleras, madereras, turisticas, Ongs, etc.
Necesidades de atención médica en hospitales.
Estancia de estudiantes huaorani en colegios de la ciudad.
Registro civil
Etc.
Dentro de lo que podríamos llamar sociedad huao se está dando unas diferenciaciones que eran ajenas a su milenaria cultura igualitaria; ahora hay una diferencia entre ellos dada fundamentalmente por el manejo de recursos económicos. Quienes trabajan para compañías, o tienen roles de dirigencia y participan de los dineros de representación, los que están enrolados en algún negocio legal del turismo, o ilegal de la madera, los pocos que forman parte de alguna Ong, etc. No son la mayoría, pero pueden dar la impresión de que caminan por Coca como unos ciudadanos más, con un buen acceso a los bienes de consumo. Sin embargo, tal no es la realidad de la mayoría huao que forma parte de comunidades que apenas tienen una economía de sobrevivencia y con mucha dificultad manejan exiguas cantidades de dinero. Éstos no pueden utilizar hoteles, pensiones, casas de comida, y quedan al azar de alguien que les dé posada.
Vicariato de Aguarico y Huaorani
Como se indicó arriba, la relación entre unos y otros viene de atrás y ha pasado por épocas muy distintas. Sin duda la figura que supuso un cambio radical en el trato entre ambos fue Alejandro Labaka, que se interesó vivamente por ellos desde su primera llegada a Coca como Prefecto, en 1965, y, más aún, después de su primer contacto con un clan Huao en 1976. Desde entonces su figura ha estado unida al devenir de ese pueblo, definitivamente cuando dejó su vida en el intento de contacto con un clan aislado en 1987.
Alejandro, gran propulsor de un lento y adecuado contacto de los huaorani con la sociedad mayoritaria ecuatoriana, puso desde el final de los años 70, sendas casitas del Vicariato a su servicio exclusivo en Rocafuerte y Coca. De manera que cuando alguno de ellos llegara pudieran tener un amparo seguro y propio, un lugar al que pudieran llamar suyo. Sin duda ambos modestos locales han cumplido un gran servicio en la socialización interna y externa de los huaorani.
No se ha de olvidar que la casa es el centro de la vida huao, su organización se basa precisamente en el núcleo de quienes comparten la misma casa (nanicabo). La casa huao es un espacio donde uno jamás entra sin invitación, más aún, la casa lejana de otro huaorani es más bien un espacio peligroso, donde uno no se encuentra nunca en lugar seguro. No ha sido fácil para ellos, no lo es todavía, aprender a compartir un mismo espacio nocturno con los no parientes, ajenos al propio nanicabo. Es una de las asignaturas pendientes, la de formar y compartir un espacio común, que les ha de llevar del clan huao al pueblo huaorani.
Huaorani: necesidad de un espacio propio y comunitario en Coca
El pueblo huao no sólo está creciendo numéricamente, también aumenta de manera superlativa su voluntad del contacto con los cohuori, sobre todo en su salida a la ciudad de Coca. Como ya indicamos, hay bastantes huaorani que acceden a la ciudad a través de ayudas petroleras, de representación, o financiados por Ongs y otras instancias. En tales circunstancias, los huaorani imitan la actitud individualista de cualquier cohuori; es decir, cada quien se atiene a su propia oportunidad o negocio, sea del estilo que fuere. En tal sentido, puede decirse que se diluyen dentro de la sociedad mayoritaria, pasando a ser uno de tantos.
Frente a ese hecho, hemos señalado ya dos observaciones, que ahora concretamos:
Son una minoría quienes entre ellos tienen acceso a esa clase de regalías; mas siguen estando fuera del alcance de la mayoría.
No sólo son minoría, sino que por su escaso número y su actitud tampoco solucionan al menos dos de sus cuestiones pendientes: tener un lugar propio, representativo de su cultura, y al alcance de cualquier huaorani en situación de igualdad entre ellos; ser al mismo tiempo ese lugar un instrumento para la socialización pendiente, tanto en la vida de relación interna entre sus clanes familiares, como en sus enlaces con la sociedad ajena y mayoritaria.
Ciertamente pudiera haber sido Onhae, su organización, quien, como les hemos indicado insistentemente, hubiera logrado esa una propia. Pero, pese a haber utilizado muchos y variados recursos económicos en esto últimos años, no lo han querido o podido hacer. Por otro lado, es claro que esa organización, por la fragilidad interna que hace gala hasta hoy, sus innumerables e irreflexivos cambios internos, y, en fin, su clara inhabilidad para el orden y la constancia que requiere el buen funcionamiento de una casa común, no es todavía la mejor opción para hacer realidad esta gran necesidad, sentida pero no resuelta, por las diferentes comunidades huaorani.
El Vicariato quiere seguir con esa oferta abierta a todos
En Coca, hasta hoy, no hay más oferta común para los huaorani que la vieja y claramente insuficiente casa que se puso a su servicio hace ya muchos años y que todavía hoy es utilizada continuamente por ellos. Ahora bien, es evidente que hace mucho dejó de ser adecuada por su posición en la ciudad, su capacidad y las condiciones de su construcción. Basta observarla y comprobar su dependencia en los terrenos del Vicariato, insignificante junto a la gran mole de la sede naporuna de la Fcunae, para sentir urgencia por su transformación.
Hemos tenido, de años atrás, muchísimas peticiones huaorani de diversas comunidades solicitando la construcción y puesta a su servicio de un espacio más amplio, satisfactorio y autónomo. Creemos que puede y deber cumplir un servicio comunitario de representación, socialización y crecimiento como pueblo que no podrá conseguirse de otra manera. Por todo lo cual nos hemos decido a emprender una construcción que guardará algunas características:
Se hará en un terreno propio del Vicariato, pero alejado de lo que es el centro misional, junto al río Napo. La casa huao, y sus servicios en exclusiva para ellos, ocuparán todo el terreno.
La propiedad, y por tanto la responsabilidad de la construcción y su manejo interno corresponderán, al menos de momento, al Vicariato. Más adelante, si la casa es asumida por los huaorani y se asegura un buen funcionamiento interno abierto a todos los grupos, podría ser muy bien un obsequio final al pueblo huao.
Estamos trabajando con algunos huaorani, con los misioneros más allegados a ese pueblo y con un equipo de arquitectos para construir un edificio lo más conforme a sus características antropológicas y que, de esa manera, pueda ofrecer el mejor servicio. Capaz e integrar áreas familiares y sociales, zonas verdes y otras de reunión, de formación o de descanso.
Estudiamos qué características debe tener en cuanto al orden interno y a la necesaria disciplina en todos los órdenes. Quién se encargará de su guarda, mantenimiento, gestión y cuidado.
La casa debe estar abierta a todos los huaorani que cumplan unos mínimos que constarán en su reglamento de régimen interno. Estará abierta, claro está, también a su organización Onhae, a ofertas de organización, educativas, etc., pero dejando clara la gestión y responsabilidad final del Vicariato sobre ella.
Esperamos que cumpla asimismo con una función de representación social en la ciudad de Coca, que sea de alguna manera sede para el pueblo huaorani, un lugar no sólo de residencia eventual, sino desde el que pueda proponerse a la ciudad, por parte de muchos huaorani, ofertas de intercambio cultural.
Por supuesto debe ser capaz de albergar no sólo a transeúntes o visitantes huaorani, también a enfermos o familiares, estudiantes en régimen de clase, reuniones de clanes, de comunidades o de su organización, etc.
La casa será también instrumento para la formación. Será un lugar de encuentro para talleres, formación de las comunidades huaoranis, formación de dirigentes, profesores, educación, mujeres, transporte, este puede ser un lugar donde determinados grupos, especializados, dirigentes, mujeres, guías turísticos, , manejo de territorio, etc..
En estos momentos el Vicariato está presentando los primeros esbozos arquitectónicos de la obra en pos de conseguir aportes económicos que la hagan posible en un breve plazo.
Coca, 11/2/2007